domingo, 11 de julio de 2010

coleccion propia breve, simple, intensa, exquisita...

Incomprensible

A veces no me entiendo, te amo y sin embargo huyo de ti.

Cuando apareces mi vista se empaña con el ardor de tus ojos.

Cuando tu partitura suena fulgurosa mis venas tiemblan ante el paso fervoroso de mi sangre.

Pero me escondo, me oculto del radar de tus manos que ya tanto me lastimaron.

Dolor que fue soportable por que se que me deseabas.

Dolor que calo despacio por que se que te gustaba.

Quizás soy incomprensible, por amarte y por esconderme.

Pero tú eres insólito, por desearme y tanto daño hacerme.

La Bruja y el Mago

No alcanzaban las doce y la bruja mezclaba sus pociones, no alcanzaban las doce y la bruja invocaba peticiones.

Cerca del centro de la noche se iluminaban los ladrillos con el fuego ardiente de la leña consumida, no alcanzaban las doce y la bruja danzaba bajo la luna. Como no lo hacía nunca, como no lo hacía ninguna.

Se acercaban las doce y la bruja miraba a través de los cristales empañados por dentro y pintados por fuera, la lluvia impactaba rauda, el calor hacia crujir la madera.

Casi llegan las doce y la bruja abre la puerta, entra el mago cansado con un pavo en la mano. Llega el mago cubierto de lluvia y empapado de trabajo, frio, agotado.

La bruja y el mago ocupan la mesa, como calabozo, como faena para servir el pavo inerte y salado.

Son las doce y la bruja con el mago cenan a la luz de las velas otro año recién terminado.

Ojos homicidas

Mas allá del miedo se encuentra mi respuesta, luego del dolor, luego del desafuero, todo cuanto pueda tener esta traspasando la barrera de ese temor nauseabundo que desata mi presente.

Cada cual en su laburo, el mio es llorar, llorar lagrimas de sangre al momento de estar sumida frente a tu sombra inmensa, eterna.

Como tus ojos marinos consumieron mi menuda existencia me mantengo firme en el campo de batalla que has desatado sobre mi piel, entre mis edredones, con mis almohadas.

Asesino malvado de almas inocentes, tus ojos homicidas petrifican mi caudal vivo de amor y lo convierte en glaciares de frio, en piedras de dolor.

Enemigo natural de mi piel corrupta, aliado letal de mi esencia juvenil, en tus cuarenta y seis inviernos febriles has buscado saciar tu sed en la humedad de mi cintura sentenciada.

Continuaras perpetrando sin permiso cuantas veces tu sed lo busque, lo sé. Pero en la calma de mi misericordia mantengo el temple antes de concederte el gemir de mi pánico como recompensa.

Después de la muerte

Desato mi cólera apuntando a tus ojos con los focos ardientes que despiden los míos,

me contengo entre masas de aire caliente dentro de una capsula de piel,

al borde de la detonación conservo la compostura y me limito a solo encallar en tus labios al borde del deseo, solo necesito tenerte, poseerte en la hegemonía dulce que surge de un reencuentro,

te habías marchado y el abandono unido al silencio carcomieron el saldo de esperanza residente en mis gélidos dedos, impacientes, impotentes.

El objetivo de mi vida fue encontrarte, lo he logrado una vez cruzado el túnel oscuro con el portal de luz justo en el fondo.

Estamos unidos como lo están la reyerta y la paz, somos consecutivos, vas tú y yo te sigo.

Aquí en el mundo sin frio y sin calor, me entrego entre tus labios renacidos al placer y al amor.

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